Una quemadura representa la destrucción de los tejidos por acción de diversos agentes externos como: el calor, la electricidad y productos químicos, entre otros, pudiendo afectar (dependiendo del grado de lesión): la piel, los músculos y hasta los huesos.
Para lograr una efectiva curación de una quemadura y tratar de evitar sus secuelas es indispensable realizar un correcto diagnóstico de los tejidos afectados e implementar el tratamiento adecuado (tanto en forma como en cronología).
El cirujano plástico es el único especialista capacitado para abordar este tipo de lesiones.
Las quemaduras se pueden clasificar de diferentes maneras, sin embargo, una de las más frecuentes y útiles para su valoración y conducta es en relación a la profundidad de afectación. Hablamos así de:
- Quemaduras de tipo A: (de primer grado o epidérmica).
A su vez pueden ser:
- Quemaduras de tipo AB: (de segundo grado o dérmica).
A su vez pueden ser:
- Quemaduras de tipo B: (de tercer grado o subdérmica). La afectación se presenta en todas las capas de la piel.
La corrección quirúrgica de las cicatrices de las quemaduras normalmente no se plantea sino hasta el año (o año y medio) después de la lesión, ya que la fase de remodelación de las cicatrices no termina sino hasta pasado el primer año. (La excepción a esta situación son aquellas cicatrices retráctiles que afectan a la función).
Las posibilidades quirúrgicas van desde retoques menores a grandes cirugías en las que se elimina la fibrosis y se realiza la cobertura de los defectos de piel con injertos o colgajos. La necesidad de una u otra técnica se basa en la gravedad de la secuela, la afectación de los tejidos profundos y la retracción que produce.